Cuentos

Odio a quien jugó con fuego y nunca se heló las manos por mi.

Siempre llegabas tarde, aunque parecieras puntual para todos los relojes.

Aquí ya no hay playa para tu naufragio ni paraíso para tanto infierno.

Perdóname, quizá es que los cuentos están cansados de tener final feliz y están empachados de perdices.

Ojalá llames a mi puerta y la cerradura no te reconozca.

Igual que los 1.287 días que ya no te pertenecen.

Esta es la última oportunidad que tengo para olvidarte y quiero utilizar el factor sorpresa.

Fueron felices, aunque fuesen perdices.

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